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Locura por la selección en la playa: el nuevo ídolo y el carro con el que todos quieren sacarse una foto

Yadiel Tesouro tiene 7 años y detrás suyo está el arco más grande del mundo, pero eso no lo intimida. Abre las manos y estira los brazos dispuesto a atajar el tiro libre que su padrastro, Lucas Iglesias, de 26 años, le está por patear. Tesouro se siente confiado, defiende un territorio tan extenso como la orilla de la playa pinamarense, pero repite las frases del Emiliano “Dibu” Martínez, como “te como, hermano”, y así se arma de coraje para detener cualquier pelota que intente traspasar su interminable línea de defensa.

“Están todos fanáticos de la selección, los nenes, las nenas, todos. Nosotros les compramos a los tres el conjunto entero, short y camiseta, y a la playa venimos con la pelota de la Argentina. A Yadiel le encanta jugar al fútbol, pero ahora le fascina atajar. Por eso me pide todo el tiempo que le patee tiros libres”, dice Iglesias, que luego de conversar con LA NACION le pegó a la pelota y Tesouro alcanzó a manotearla luego de saltar entre las olas. Hay futuro.

En las playas de Pinamar la fiebre mundialista es total. La Argentina siempre fue un país futbolero, pero la cantidad de grupos jugando a la pelota sobre la arena supera cualquier precedente. Además, se ven decenas de pelotas oficiales de Qatar 2022, pilusos y remeras con las tres estrellas y los carros de buena parte de los vendedores ambulantes están pintados con la bandera nacional o llevan algunas de las ya célebres frases que dejó el Mundial de Fútbol.

Alejandro Corra, de 35 años, vende choclos a $500 en la playa. Está vestido de pies a cabeza con un conjunto de River Plate, pero su carrito hace solamente referencia a la selección argentina. Después del partido contra Países Bajos, cuando Lionel Messi dijo “¿qué mirás bobo?” su amor por el seleccionado lo rebalsó y decidió escribir esa frase al frente de su herramienta de trabajo.

“¿Andá pa’ ya bobo”, dice el carro. Y ese fanatismo que le despertó Messi también se convirtió en una buena estrategia comercial. Dice que vende cerca de 60 choclos por día.

“Se acercan a sacarse fotos, llama la atención. La verdad que la idea empezó por la locura del Mundial y ahora creo que también me ayuda a vender, así que espectacular”, dice.

Esa frase entró de lleno en el corazón de los argentinos. Daniel Roa, de 40 años, es de Santa Fe y está de vacaciones en Pinamar con sus dos hijos. Uno de ellos, Lucas, que acaba de cumplir 8 años, le pidió una torta que diga “Bobo, andá pa’ ya”.

“No eran tan futboleros mis chicos y ahora están desde que se levantan hasta que se van a dormir pegándole a la pelota. Lo bueno es que aprendieron los países con el álbum del mundial y memorizaron el abecedario con la canción de L-Gante. Aprenden así los desgraciados”, describe Roa, entre risas.

A pocos metros de donde juegan Lucas y Mateo está Mariela Cassoli, de 36 años. Ella vende pulseras y hace trenzas. Algunos de sus trabajos son muy sofisticados y llevan hasta nueve horas de trabajo con el pelo. Asegura que lo que más vende son pulseras blancas y celestes y trenzas con la misma combinación. De este modo, los colores de la bandera nacional destronaron a las piedras energéticas y a los collares de “la India” que eran los más solicitados por el público.

“Las trenzas se hacen con pelo sintético y quedan espectaculares. Pero son caras, cuestan $30.000 porque hacerlas te lleva nueve horas de trabajo. Me piden, obvio, blancas y celestes. También compré un montón de pulseras con los colores de nuestra bandera que son las que más vendo. Salen $500 cada una”, detalla Cassoli.

Algo similar le pasa a Brian Leonel Saluit, que también vende pulseras y su carro lleva varias banderas de la Argentina. “La gente se acerca, se toma fotos, la verdad que fue buena idea. Están todos muy fanatizados”, opina Saluit.

Santiago Carnevale, de 32 años, y Jonathan Davello, de 35, son dos amigos que también llegaron a Pinamar de vacaciones. Davello tiene el piluso de la Argentina con las tres estrellas. “Me compré este por Mercado Libre porque el original salía $10.000″, asegura.

Ambos tienen sobrinos que comparten un ídolo en común, el “Dibu” Martínez. El arquero argentino es furor entre los chicos. De hecho, ahora es muy común ver su camiseta verde, cuando antes era raro ver la casaca de un arquero.

“Mi sobrino me pregunta ‘¿tío está bien si quiero atajar?’. Yo me río y le digo que sí, obvio. Él juega muy bien de nueve, pero le encanta de Dibu y ahora quiere estar en el arco”, cuenta Davello.

Otro fetiche mundialista es la pelota oficial de Qatar 2022. Benjamín Tamsascia, que acaba de cumplir nueve años, pidió para Navidad la pelota del mundial. Su deseo se cumplió y ahora no para de usarla sobre la arena y juega junto a sus primos. Todos son de Rosario y el abuelo los invitó a pasar unos días en Pinamar.

“Se la pedí a Papá Noel. Pero yo ya la quería desde antes de que empezara el mundial para poder jugar en la playa y en casa. Me vi todos los partidos de la Argentina y estoy muy feliz de haber salido campeones”, dice Tamsascia.

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