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Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional, se declara presidente de Venezuela

El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, se ha declarado este miércoles presidente interino del país al considerar ilegítimo el nuevo mandato de Nicolás Maduro. «Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación», ha afirmado durante la masiva movilización que recorre las calles de Caracas. Su objetivo es liderar un proceso de transición en el país con el apoyo de la comunidad internacional.

Guaidó ha pasado en menos de tres semanas de ser un desconocido para los que no siguen a diario el rompecabezas de la oposición venezolana a encarnar, para los críticos con el chavismo, las esperanzas de cambio frente a Nicolás Maduro. El nuevo presidente de la Asamblea Nacional, el Parlamento de mayoría opositora que en 2017 fue anulado por el chavismo y sigue funcionando despojado de sus funciones, fue el principal promotor de las masivas movilizaciones de ayer. Desafió al mandatario, que el pasado 10 de enero asumió su segundo mandato, y se postuló para pilotar un proceso de transición en Venezuela. Este joven político de 35 años salió aparentemente de la nada y hoy sostiene las expectativas de millones de personas.

¿Quién es Juan Guaidó? Para tratar de entenderlo es útil repasar su última declaración de intenciones, difundida horas antes del comienzo de las marchas. “Recuerdo las palabras de mi hermano Leopoldo López, quien hoy se encuentra injustamente preso por levantar su voz contra el régimen, ese mismo que hoy usurpa el poder. Nuestra lucha continúa”. Esas palabras son las que el líder del partido Voluntad Popular, en arresto domiciliario desde 2017 tras pasar más de tres años en la cárcel de Ramo Verde, pronunció el 23 de enero de 2014: “Queremos hacer un llamado a los venezolanos (…) a que nos alcemos ante lo que significa un Gobierno que quiere impulsar la opresión de nuestro pueblo”.

Guaidó, diputado de esa formación por el Estado Vargas (norte), representa hoy lo que la oposición venezolana se dejó por el camino en medio del hostigamiento del oficialismo: la unidad o, al menos, el intento de conciliar ese espectro de sensibilidades, tradiciones e incluso ideologías que conformaban la desparecida Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

“Representa una gran sorpresa y, evidentemente, detrás de esa sorpresa hay un vínculo generacional importante que tiene que ver con unos estudiantes que se rebelaron en su momento contra la idea de una reelección indefinida”, apunta el analista político Michael Penfold. Estudió ingeniería en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y, según su currículum, continuó su formación con dos posgrados en gerencia pública, uno de ellos en la Universidad George Washington. “No es casual que su posición haya logrado aglutinar factores muy diversos. Tiene esa destreza política. Lo que estamos viendo lo hacía dentro del partido, ha logrado combinar grupos que tenían estrategias muy diferentes. La gran pregunta es si esto es sostenible”, prosigue.

En las últimas dos semanas, Guaidó ha arengado a decenas de miles de personas en asambleas vecinales llamadas cabildos abiertos para tomar el pulso del malestar ciudadano, que estaba soterrado desde la ola de protestas de 2017 que dejaron alrededor de 150 muertos.

Su discurso no tiene matices contra el régimen, pero tenía hasta hoy un fondo calculadamente difuso en lo que respecta a los procedimientos con los que pretende poner en marcha un proceso de transición. “Ha manejado una especie de ambigüedad deliberada cuando dice que a él le toca tomar las funciones del presidente porque Maduro es un usurpador. Sabe que una toma de juramento sin tener la fuerza o la capacidad para convertir ese hecho simbólico en un hecho real de poder puede convertirlo primero en un nuevo preso político y (suponer) su fin, pero sobre todo puede ser una gran frustración”, considera Luis Vicente León, presidente la encuestadora Datanálisis.

Guaidó llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional el pasado 5 de enero casi porque no había otras opciones viables. Tras la toma de posesión de Maduro dijo estar dispuesto a tomar las riendas del cambio, ya que según la interpretación de la oposición, este nuevo mandato, que se prolongará hasta 2025, es inconstitucional. Tres días después fue detenido por la policía política, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), mientras se dirigía a un acto. Fue puesto en libertad al cabo de una hora y el Gobierno desautorizó lo ocurrido. Desde ese momento, se disparó su proyección. «La gran pregunta es cómo es que un país que estaba aletargado se ha movilizado tan rápidamente en un contexto donde el liderazgo opositor estaba muy debilitado. Hay un sustrato detrás del descontento que tiene que ver no solamente con la depresión económica e hiperinflación. El país empieza a buscar salida y encuentra en esta figura una respuesta diferente, abierta, distinta», opina Penfold.

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